20 agosto, 2006

Microcrónica de Vallegrande 31 jul - 3 ago


Este Vallegrande es todo él a la vez un sueño roto y un maltrecho museo. Uno ve bullir por sus calles a nuestros caballeros, buscones y pícaros del siglo de oro junto a las caras redondas y ojos acuchillados de la gente de la selva, sin que falten los omnipresentes cholos de la altura, con sus chullos ellos y ellas con sus abultadas polleras y sus frazadas terciadas al hombro con el bebito o cualquier otra carga a la espalda. El sombrero español es distintivo del vallegrandino castizo, lo llevan tanto hombres como mujeres. Están muy orgullosos de sus tradiciones, su folklore y su asumida multiculturalidad.Las calles de tierra, muchas de ellas con los desagues al aire, hacen pensar en la España de postguerra. Eso sí, no falta la gran plaza cuadrada, centro de la ciudad, con sus pretenciosos edificios de época colonial y su iglesia con aires de grandeza neogótica y su altocampanario. Comemos en un café que hay en un ángulo de la plaza. Desde la música de fondo hasta el decorado de sus paredes todo allí rezume añoranza de la gesta del Che. Pero no es sólo este café es todo el pueblo el que está impregnado por ese aura extraña que fomenta el continuo flujo de admiradores venidos de todos los puntos de la tierra. El lavadero del hospital donde fue expuesto el cadáver y la morgue de las fotografías que han dado la vuelta al mundo, lo mismo que la fosa donde fue enterrado de forma anónima con otros seis compañeros, son los lugares más visitados del pueblo. Cuando visitamos dicho hospital nos encontramos haciendo un descanso a los médicos cubanos que se alojan en el hostalito en que desayunamos. A nuestra compañera Pepa le faltó tiempo para saludarlos y enseguida nos unimos los demás intercambiando impresiones. Han montado todo un hospital moderno en aquellas antiguas instalaciones y atienden gratuitamente a la población. Les preguntamos por las previsiones de cambio en Cuba dada la enfermedad de Castro y nos dicen que no hay problema que hay todo un pueblo revolucionario.
Mi encuentro con el distrital Sr. Hoover me dejó un tanto perplejo. De entrada reducir todo a tres días pero además sólo por la tarde me pareció una barbaridad. La razón es que tienen que preparar la fiesta nacional del 6 yque los maestros trabajan por la mañana y están ocupadas las aulas. Acepta que martes y miércoles mañana y tarde. Pero a la hora de la verdad para muchos esto es impracticable pues tienen que pagar suplentes si no quieren que les descuenten las ausencias. Al fin los cursos se han dado como hemos podido, sin mucha moral por parte del personal que sólo se han implicado en los cursos de Transmisión de valores a través del cuento con asistencia de cerca de treinta, los demás unos diez o poco más. Hemos dado el curso de 2 a 6 el lunes y de 2 a 7 el martes y miércoles. Si a la premura del tiempo se añade el frío intenso de los dos primeros días y la escasa motivación del distrital, hay que decir que no ha sido el mejor colofón. Desde luego no ha faltado la simpatía de los asistentes con sus regalos al final y una cena de asado de chancho pagada por ellos mismos en un local muy característico de aquí. Han traido sus guitarras y nos han amenizado la fiesta con sus canciones respondiendo los nuestros por sevillanas. En la fiesta me presentan a la distrital de Pampagrande que se muestra muy interesada por que el año próximo se den los cursos en su distrito. Le prometo que lo propondremos en la AEPECT. Lo mismo me había pedido el día anterior la distrital de Moromoro. En fin siempre queda la esperanza.
Antonio

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