20 agosto, 2015

MMAA, GRUPO BOLIVIANO. ÚLTIMA SEMANA DE CURSOS.

Último paseo de maletas didácticas, último cargamento en trufi directos a la despedida de lo que vinimos a hacer, del compromiso que meses atrás habíamos adquirido y del que no nos cupo la menor duda que seríamos capaces de cumplir.

Y como el que saborea un buen postre, disfrutamos de la energía, del subidón de adrenalina que te da ver el fin, el saber que algo acaba.

Tras ocho horas de camino por carreteras no asfaltadas, con nuestro ya amigo Clemente al mando, se abrió paso la humilde San Miguel, comunidad de aguas residuales en las calles, plazas inacabadas, humeante basura al atardecer y agua marrón en sus grifos con la que no puedes enjuagar ni tus dientes. Tenía cierto olor a abandono, falta de compromiso y necesidad de hacer.

Y como a hacer habíamos venido nosotros, ahí estábamos, el lunes más puntual de toda nuestra estancia, con los cursos más llenos que habíamos visto, las primeras PDAS en el taller de matemáticas, retos de desdibujar el halo de brujería al de yoga, sin necesidad de pedir dos veces los materiales para la educación física, y con cien hortelanos desafiando los retos de la impostación vocal.

A pesar del aire de las calles de San Miguel, y el preocupante tema del agua, su escuela era como un oasis, verde, limpia, cuidada...Uno al verlo piensa, si el más preciado tesoro que tenéis es la escuela, todo lo demás puede tener solución.

Inició la semana y antes de que pudiésemos darnos cuenta, el baloncesto enfrentaba amistosamente a los trescientos maestros, compartiendo mucho más que experiencias del aula.

San Miguel nos despedía, y sabiendo que semanas antes el llanto nos pudo y la desesperación en búsqueda de soluciones ante la especialidad especial vivida en nuestro viaje nos desbordó, la vida hizo uso de su archiconocido "una de cal y otra de arena", de la mano de NANI. NANI decía, mientras caía el sol en su escuela de niñ@s tan libres como su edificio ubicado en la selva, con un único fondo verde... "cuando Paula nació el médico me dijo que no andaría, que no hablaría, que no aprendería, pero que tendría suerte, moriría pronto". Es entonces cuando uno traga saliva ahogándose en su propio llanto y se pregunta qué puede sentir una madre cuando oye eso... Respondimos pronto a nuestra pregunta al mirar a nuestro al rededor, centro precioso con niñ@s atendidos, mesas adaptadas para cuerpos que tienen el derecho de tener otra forma, sistemas alternativos para los que vinieron al mundo con otra forma de lenguaje, fisioterapeuta para el que necesita masajear sus piernas para arrancar a caminar...

Y ahí, entre tod@s PAULA, que ya tiene 37 años, cuatro empleos, una gran conversación y mucho amor para dar, de ese que no sobra. No lee ni escribe, pero no teme a lo nuevo, como el yoga, y tampoco eso le impide colaborar en una escuela de kinder. El médico le dijo que tendría poco tiempo de vida, pero a día de hoy ella para lo único que dice no tener tiempo es para arreglarse las uñas a causa de sus empleos y pasiones.

Señor doctor que pronostica usted las capacidades de las personas antes de dejarlas hacer, y que poco entiende del amor que una madre siente por un bebé al que acaba de ver, espero que haya tenido usted más suerte acertando los voletos de lotería, porque lo que es las fuerzas de una niña, sus ganas de hacer y vivir... NI IDEA.

Eso es exactamente lo que siente una madre, el coraje, la fuerza del no rendirse, del no creer en lo que le dice que se caiga, que se hunda, que abandone, que se de media vuelta y lo deje estar, y como si del ave fénix se tratase, en mitad de todo el dolor, NANI junto a PULLY crearon el centro más bonito que habíamos visto, con las risas más auténticas. Él ahora con forma de ángel, ella aún terrenal, esperan el certificado que les de la calidad de público, tal y como debe ser, y de paso los milagros que siempre llegan y les ayuden a continuar su optimista y ambicioso proyecto. Como dijo Benedetti amigos, hoy les decimos, que pueden contar con nosotros, no hasta una, dos o tres, contar de verdad.

La escuela de San Miguel como hija, la de San Ignacio como madre, la represa, el subidón de la noche en el compartir de compañeros bajo el siempre festejo del karaoke, hicieron difícil la despedida, el adiós inevitable pero no siempre deseado.

Abrazados, literal y metafóricamente, al amor que Bolivia nos ha entregado llegamos a Santa Cruz abandonados al sueño y al preferir cerrar los ojos para no ver el conducir nocturno del que tiene tu vida en sus manos, con sólo veinticuatro horas para hacer una maleta e iniciar el viaje que nos reuniría con nuestros compañeros, aquellos a los que dejamos en el aeropuerto de Madrid un mes y medio ya, a los que seguro reconoceríamos, pero en los que al igual que en nosotr@s, algo ya habría cambiado.

Amig@s, compañer@ de proyecto e ilusión, hoy, tras muchas dificultades, obstáculos, misiones imposibles, con el lago TITIKAKA a nuestros pies, nos acercamos a vosotros, rumbo a PERÚ.





























































































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